Llegó el día para un mítico jugador de los Vampiritos… Así es, como una
vez cayó Napoleón, como se acabó el reinado de Rafa Nadal en Roland Garros,
como le cortaron las piernas al Diego. Ésta vez la historia la vivimos más de
cerca. “Tranquilo pa, a mí nunca me echaron”,
se le escuchó decir al hoy capitán de los Vampiritos, Alejandro ‘Sato’
Frandzman. Todos recordaremos esa frase, pero jamás la volveremos a escuchar.
Cinco años en Buenos Aires, cinco años jugando el torneo abierto de la
UBA. Cerca de los 100 partidos en el verde césped de Ciudad Universitaria. 89
tarjetas amarillas, 729 puteadas al árbitro, más de 1000 despejes, todos ellos
acompañados de un ronco grito.
La fatídica mañana del sábado 13 de junio será recordada por la
comunidad vampira. Hay gente reservando turno en los tatuadores amigos para
grabar esa fecha en su piel. Muchos de los seguidores vampiros escribían para
saber cómo iba el partido, pero al escribir “lo echaron a Sato a los 25 minutos
del primer tiempo”, automáticamente dejaron sus teléfonos y se quedaron
reflexionando, sabiendo que se habían perdido una jornada histórica.
LA SITUACIÓN: Partido chivo, duro, cerrado. El rival con la pelota y
atacando, Estudiantes buscando salir. Muchos ataques por afuera, dos de ellos
por el sector izquierdo de nuestra defensa, se toparon con dos violentos cruces
del Sato. El árbitro, permisivo, aplicó el siga siga (lo perdonó). Todos en
nuestras mentes imaginamos la misma frase de todos los partidos, cuando
llegaría minutos después el pedido de calma al Sato. Un penal generó la
violenta reacción del capitán vampiro, que con sus graves y cada vez más rojo,
inquietaron al pito. Una contra del rival terminó con la primer amarilla, por
una camiseteada: foul táctico. La dupla técnica estaba tranquila por la
cantidad de veces que caminó por la cornisa éste Nazi, sin saber lo que pasaría
luego. Otro ataque por el sector, de un petiso rapidito, generó una llegada
tarde y el cruce a destiempo del 3 de Estudiantes.
EL MOMENTO: Foul, pitó el juez. La consternación de todos los presentes
fue tremenda: un silencio de cementerio gobernó el aire de Ciudad con el pitido
del referee y cuasi corrida (bah, cuasi caminata rápida) con la tarjeta roja en
la mano, en la punta de los dedos de ese regordete anciano vestido de referee.
El árbitro nunca sabrá lo que hizo, que acabó con una de las leyendas de éste
prometedor Club al tener el atrevimiento de mostrar ese cartón. Sin dudas,
quedará entre los más odiados dentro de la cabeza de nuestro defensor alemán.
POST ROJA: Giró, puteo, pateó el piso, amenazó de muerte al referee.
Caminó media vuelta de la cancha para llegar al sector de la parcialidad
vampira. Llegó y volteó un tacho más duro que el Matta de una sola patada
(quería seguir pateando…). Amenazó con buscar al referee, fue controlado por la
dupla y los suplentes (Me sentí como el Bambino después de la patada de Ruggeri
al Chila). Pidió disculpas en reiteradas ocasiones. Se sentó, respiró, se
calmó. Con el pitido final, pidió disculpas al referee. Alentó al equipo por el
buen empate, agitó para ir al monte. Se puso la 10, hizo el fuego, los choris,
escabió, comió, fumó, juntó la plata, habló y organizó el pedido de camisetas y
se fue a su casa, a recuperarse para afrontar la violenta noche que vendría.
Por todo esto, en éste espacio, su espacio, estamos haciéndole el
aguante a éste gladiador Vampiro, capitán del Juniors y referente de éste club,
cultor del Chori y Birra en todos lados, un mimado por el mítico Tomatito.
La mítica frase no saldrá más de sus labios, ni sonará en los oídos de
sus compañeros. Igualmente, seguirá imponiendo su presencia, reventando
balones, puteando con su grave voz, apuntalando al grupo y sobre todo, dejando
la vida por los colores.
Salud Sato, un Vampiro de pura cepa. La vida sigue después de una roja.
Salú Vampiritos! A seguir así eh!!
Beren
1 comentario:
El Gengis Kan de zona oeste . Atte keko
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